Llega por fin a las librerías españolas el Crack-Up de Francis Scott Fitzgerald recién editado por Ediciones Crakup de Buenos Aires. No sabría cómo encarecerles lo suficiente para apretar a correr a la librería más próxima y hacerse con un ejemplar destinado a convertirse en algo que pasado el tiempo se buscará como un tesoro bibliográfico.
Créanme, ocurrirá así por dos tipos de razones. La primera es que contiene un texto, un conjunto de textos para ser más preciso, realmente prodigioso: se trata de los restos del naufragio de una obra, la de Scott Fitzgerald, que incluía novelas tan asombrosas como ‘El Gran Gatsby’ o ‘Suave es la noche’, y que tras su hundimiento personal en 1936 se retrae a sus principios, quintaesenciados en fragmentos, de lo que resultan algunos de los párrafos, de los guiños, de las imágenes, de los testimonios autobiográficos más auténticos que se hayan escrito en los últimos cien años.
Yo me atrevo a decir que es un libro “inspirado”: lo abras por donde lo abras, de sus quinientas páginas, te responde con un martillazo a las inquietudes de fondo que nos asaltan a todos. El núcleo gira entorno a la idea misma del “crak-up”, la ruptura que se produce en nuestras vidas cuando reconocemos que el tiempo que hemos perdido es muy superior al que nos queda. El tiempo se torna irrecuperable y ante ese muro, ese tsunami que arrasa el alma, nos ahogamos exhaustos, en medio de inútiles chapoteos, carentes de la energía o de la tabla de salvación que necesitaríamos para sobrevivir. Es el mal de nuestro tiempo occidental, ávido de cosas materiales y vacío de interioridad. Scott Fitzgerald lo experimentó y lo reescribió proféticamente en un inglés perdurable.
La segunda serie de razones, como he señalado de pasada, tiene que ver con la edición. Como la que ya existía (traducida por Mariano Antolín Rato) y se perdió, la edición bonaerense, disponible en España, se basa en el texto editado por Edmund “Bunny” Wilson (siempre me he preguntado porqué éste no incluyó sus respuestas a las cartas del autor de ‘El último magnate’), y contiene todo lo que incluía esta: los textos de Scott Fitzgerald, las cartas, los fragmentos o iluminaciones (en efecto, tan en deuda con el diario de Butler) y los artículos in memoriam de Rosenfeld, Glenway Wescott y John Dos Passos. Cada uno de estos dos últimos contiene una lección de humanidad y literatura (están intrínsecamente unidos) que merecerían la pena ser leídos por sí solos. La nueva edición añade un estudio de Alan Pauls.